lunes, 8 de noviembre de 2010

Noche sin fósforos

Porque a ella, en el fondo, le gustaba venderlos. Le gustaba, le gustaba...sin duda, le gustaba.
Lo repetia a todas horas durante la noche, era su forma de alejar el frío de su cuerpo y, preferentemente, de su cabeza. Dejaba esos pensamientos a parte cuando alguien se le acercaba pidiendole una caja, ella era discreta y  siempre esperaba a que vinieran, pero aun así, alguna que otra vez le habia puesto valentia y habia anunciado lo que vendia a los que iban, venian, volvian o buscaban.
Noa venia del norte, allí la llamaban Ainhoa, aquí, nadie la llama por su nombre.
"Me gusta, me gusta venderlos, me gusta" seguia reprochandose. Efectivamente, ya no eran pensamientos de autoconsuelo, era un enfado propio. Aunque, como le dijo una antigua compañera de trabajo, todo eso se resume en decisiones. "Nunca, cielo escuchame bien, nunca sabras si ha sido la elección correcta. Hay gente que lo llama efecto mariposa, otra gente habla de karma, muchos dicen que el destino esta escrito. Pasa de todo, intenta ser lo más positiva que puedas, y sigue vendiendo cerillas, que de algo tienes que vivir hasta que ese algo, llamalo X, decida que tu vida debe cambiar".
Paró de pensar y decidió irse a su piso compartido, hacía frío, y con lo que habia vendido podia permitirse cerrar el negocio esa noche.
De vuelta a casa

To be continued, pero recuerda, esto no es un cuento para niños.

1 comentario:

  1. Por qué esperar a que la vida cambie? Por qué no cambiarla nosotros mismos?

    Me gusta la parte de: "habia anunciado lo que vendia a los que iban, venian, volvian o buscaban."

    Sí, me gusta, me gusta leerlo, me gusta.

    Bien por crap !

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